La pobreza extrema en Chile se duplicó de un 2,3% a 4,3% y más de dos millones de personas no cuentan con ingresos suficientes para financiar una canasta básica, indica la Casen 2020. Dura noticia que hacen más imperiosas que nunca iniciativas como la impulsada por Red Hambre Cero, que, nacida en pandemia, aboga por el derecho a la alimentación.
Por María Teresa Villafrade
En Chile, un 30% de los hogares en los dos primeros quintiles sufre de inseguridad alimentaria, según la Encuesta Social COVID-19 levantada en 2020 por el Ministerio de Desarrollo Social, el PNUD y el INE. Esto significa que uno de cada 5 hogares se ve obligado a aceptar menor calidad y cantidad en los alimentos que consume diariamente. La inseguridad alimentaria moderada grave, afecta más a la población con menores ingresos: un 29,5% de los hogares del quintil con menores ingresos.
Es sabido que durante la pandemia proliferaron miles de ollas comunes a lo largo del país para enfrentar la crisis sociosanitaria y la falta de trabajo. La Casen 2020 corroboró que la pobreza extrema se duplicó de 2,3% a 4,3% y más de dos millones de personas no cuentan con ingresos para acceder a la canasta de necesidades básicas. Es más, de ellas el 40% no tiene recursos para adquirir alimentación de acuerdo a las necesidades nutricionales básicas. En junio del año pasado, el 30% de los dos quintiles más pobres señalaron que tenían problemas para acceder a los alimentos y a octubre la cifra rondaba el 18%.
En ese contexto, nació Red Hambre Cero, una organización sin fines de lucro que articula a distintas organizaciones de la sociedad civil, oenegés y ollas comunes para exigir que se garantice el derecho a la alimentación a todos los habitantes de nuestro país.
Javier Cuevas, administrador público de la Universidad de Santiago y director de Red Hambre Cero, hizo su práctica profesional en la fundación Abriendo Datos, que forma parte de Acción Solidaria de Hogar de Cristo. Iniciaron el proyecto Frena la curva, donde se desarrollaron diferentes laboratorios de innovación abierta que alentaban iniciativas solidarias en el contexto COVID. Se realizaron dos grandes llamados y uno fue el festival de innovación abierta el 1 de julio de 2020 y, luego, en agosto, nació Red Hambre Cero que a la fecha cuenta con 15 organizaciones adherentes, entre ellas Acción Solidaria.
“Estamos trabajando en tres aspectos esenciales: el primero es nuestra propuesta mediante un documento a fin de que los constituyentes en ejercicio se comprometan a incluir el derecho a la alimentación en la nueva Constitución. Esta propuesta incluye un documento no vinculante redactado por el Centro de Estudios Constitucionales de la Universidad de Talca”, explica.
El segundo ítem tiene que ver con un trabajo conjunto con Participación Ciudadana, “donde realizamos diferentes encuentros con gestores y gestoras de ollas comunes para recabar sus opiniones respecto al derecho a la alimentación y el sistema alimentario, poniéndolas al servicio de los constituyentes y otras instituciones que trabajen este tema”, agrega.
Finalmente, están realizando un crowdfunding en el que esperan recolectar 8 millones de pesos para realizar una campaña comunicacional de sensibilización y empoderamiento para dar a conocer el derecho a una alimentación adecuada y generar mecanismos para que la ciudadanía pueda exigirlos. “Estamos ad portas de presentar un recurso de protección contra el Estado de Chile por vulneración al derecho a la alimentación en conjunto con el Centro de Estudios Constitucionales de la Universidad de Talca y de Acción Solidaria de Hogar de Cristo”, advierte.
Marcela Martínez, encargada de fortalecimiento de red de Acción Solidaria, relata que se conocieron con Javier desde el espacio de cowork “Abriendo datos” y, dado que la pandemia motivó a apoyar a las ollas comunitarias con aportes económicos de la campaña Chile Comparte, el vínculo con Red Hambre Cero se hizo evidente.
“Hemos realizado talleres con estudiantes en práctica de la carrera de trabajo social, en el diseño y ejecución de estos talleres de diálogo con los líderes de las cocinas comunitarias. Nosotros somos una organización más de estas 15 que están en la Red Hambre Cero, levantando información con los líderes de las cocinas comunitarias, los invitamos a estos talleres que son muy participativos, estamos haciendo de todo un poco”, señala.
Para Javier Cuevas, la crisis socioeconómica del COVID demostró que en Chile había un gran número de personas de enorme fragilidad económica pues vivía al día: “Sin ese ingreso diario su calidad de vida se vio afectada al nivel de no poder alimentarse diariamente, así tuvieron que volver a prácticas que ya estaban olvidadas. La estructura de apoyo social de las ollas comunes respondió de manera rápida y espontánea, siendo uno de los primeros lugares a los cuales la gente acudió en esta crisis, porque ni el gobierno central ni los municipios pudieron responder así a las necesidades primarias como es la alimentación. Estos mismos grupos de ollas comunes empezaron a organizarse y, por ejemplo, ayudaron después a las personas a solicitar su 10%, los bonos del Estado. Si bien datan de la década del 80 en que las personas se agrupaban alrededor del fuego y de la olla para crear ese tejido social, fueron capaces de transformarse en pandemia, algunas se convirtieron en delivery o usaron la tecnología para adaptarse a las cuarentenas”.
Los líderes que nacieron en el contexto de las ollas comunitarias, según Javier Cuevas y Marcela Martínez, se han dado cuenta de que hay un problema que no se resuelve con olla común sino desde el Estado. “Las personas se ven como sujetos de derecho y no solamente de consumo. Se dan cuenta que hay un problema mayor que no se está resolviendo”, afirman.
CUMBRE ALIMENTARIA DE LA ONU
El próximo mes de septiembre, las Naciones Unidas llamó a una Cumbre donde se invita a todos los participantes de sistemas alimentarios, ya sean locales, regionales o nacionales, a participar en unos diálogos para explicar su funcionamiento y cómo han podido responder a lo que se ha vivido en pandemia. La idea es poder cumplir los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) 2030, dentro de los cuales el número 2 es Hambre Cero.
“El 23 de junio realizamos el primero de estos diálogos y llamamos a todos los que se convirtieron en actores preponderantes del sistema alimentario a nivel nacional, a participar de un espacio que se llamó ´Los desafíos de la alimentación del mañana, el transitar del sistema alimentario desde la sociedad civil organizada´. Invitamos a todos los líderes de ollas comunes y les explicamos que ellos son parte importante del sistema alimentario, porque incluso aunque daban almuerzos a 300 personas no se sentían tan importantes. Estamos sistematizando las conclusiones para enviarlas a las Naciones Unidas”, explica Javier Cuevas.
A fines de julio, se hará otro diálogo y se van a continuar los talleres ya que para estos líderes comunitarios es importante interactuar con los poderes institucionales. “Ellos quieren sentarse a hablar directamente con los constituyentes y decirles: Tenemos un problema porque existe el hambre. Ellos quieren mostrar su realidad”.
Para Marcela Martínez la experiencia de poder llegar a todos los rincones del país con estos diálogos es lo más destacable: “Nunca antes imaginamos que, gracias a la tecnología, estaríamos en contacto con personas hasta de Punta Arenas. Me han sorprendido por su nivel de compromiso, por ejemplo, cocineras que se han enfermado de COVID y buscan quiénes las reemplacen para que otros puedan seguir alimentándose, esto merece ser reconocido y que ellos mismos se reconozcan. Nos han dicho que se han sentido validados al invitarlos a estos talleres y nosotros queremos generarles conciencia del valor de lo que están haciendo. Han aprendido a articular más personas en su territorio, de todas las comunas rescatamos experiencia”.
Javier Cuevas señala como muy relevante la dualidad del éxito que ha surgido de los diálogos. “Aunque se sienten cómodos y felices de decir que están levantando 300 almuerzos diarios, ellos de alguna manera sienten que está mal , porque significa que son 300 personas o más que no tienen qué comer, para ellos el éxito sería que las ollas comunitarias desaparecieran”.
La pandemia no sólo despertó la necesidad de agruparse para alimentarse, sino que reconstituyó el tejido social. La meta es ahora dar un paso adelante. “Nuestro propósito es que ellos se vinculen directamente con los constituyentes y que los constituyentes visiten y conozcan las ollas comunes, porque el mensaje es de ellos. Nosotros somos simples articuladores para que esos líderes comunitarios sean escuchados”, reflexiona el coordinador de Red Hambre Cero.